Resumen:
La traducción de los refranes, que son unas sentencias breves, habitualmente, de autor desconocido y lo mismo que el proverbio, aunque en su parte universalizable refleja una experiencia humana, hace referencia en parte particularizante e idiosincrática a una experiencia sin paralelo en la lengua de destino, no es una tarea tan sencilla ni tan fácil como piensan muchas personas, sino al contrario por completo, es algo tan difícil y tan complicado. Por eso, la traducción de los refranes no es una transferencia de un significado, un párrafo o una frase de un cierto idioma a otro, porque si aceptamos ese concepto, el proceso de traducción de refranes sería muy sencillo y tan fácil que cada persona puede abrir el diccionario, transmitiendo el significado de las palabras, y todas las personas, de esa forma, se van a convertirse en traductores, sino la traducción de los refrenes implica y exige que el traductor deba ser bien consciente, bien conocedor y bien informado de las culturas, las diferencias sociales y lingüísticas y debe tener una buena convivencia, por lo menos, con la otra cultura a la que traduce para evitar caer en una callejuela sin salida a la hora de traducir y tal vez causando problemas a nivel local o internacional si traduce unos refranes de una forma incorrecta.
Tanto en árabe como en español muchos refranes tienen una base histórica y se han construido sobre hechos históricos propios. La traducción de muchos de ellos resulta dificultosa por cuanto remiten a realidades no compartidas por las dos comunidades de habla. La mejor traducción es aquella que hace sentir al lector como si el texto que este leyendo hubiera sido escrito originariamente en la lengua receptora, y para que el traductor pueda alcanzar este grado de perfeccionamiento en la traducción, tiene que reunir dos requisitos fundamentales: ser bilingüe y ser bicultural